El Apagón ¿ha sido culpa de la luz… o de la oscuridad? ¿de los buenos o de los malos? porque en todo esto nos hemos dado cuenta de algo profundo: de que el dinero en efectivo, ese papel olvidado, es en realidad muy efectivo… de que Bizum y las tarjetas se volvieron inútiles, tan frágiles como una promesa rota… de que los coches eléctricos son un timo envuelto en marketing verde… que los combustibles fósiles, tan demonizados, fueron ángeles disfrazados que mantuvieron en marcha ambulancias, hospitales y el fuego de la cocina de nuestros hogares.
Nos hemos dado cuenta de que lo digital no vale sin energía y que el papel, ese viejo compañero, sigue siendo necesario. Que podemos vivir sin teléfonos móviles, sin TV, sin Netflix, sin fútbol y no nos morimos por ello, y que la radio, esa gran olvidada, fue la única que nos hizo compañía junto a nuestros seres queridos.
Descubrimos que el comercio online no sirven cuando de verdad los necesitas y que la ferretería de barrio fue quien nos salvó el cuello frente a los grandes centros comerciales que cerraron sus puertas y nos dieron la espalda, mientras que la pequeña tienda de barrio si que alimentó a los suyos. Nos dimos cuenta de que las ciudades son trampas con sus ascensores, túneles de metro y avenidas oscuras, y que el pueblo, sí, el pueblo, es a donde hay que volver… El pueblo es humano, el pueblo es amable, frente a la jungla de asfalto de la ciudad.
Hemos aprendido que debemos ser autosuficientes y que dependemos demasiado de los demás. Que tal vez somos marionetas en manos de unos pocos. Que abusar de la tecnología no es tan buena como nos la vendieron. Que la inteligencia artificial no funciona sin energía, y que en un momento de apuro, la vecina o el vecino vale más que todos nuestros seguidores del mundo digital.
Tal vez nos están enseñando así, con dureza, con oscuridad, con silencio, porque el camino que seguimos por la humanidad parece más un callejón sin salida al faltar la electricidad. El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche; el resto que siga durmiendo, que ya llegará a donde tenga que llegar.
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