BYD no compite, devora la competencia

BYD acaba de detonar una bomba nuclear económica en el corazón de China. No, no es una metáfora exagerada. Bueno, sí lo es, pero también es la mejor forma de describir lo que está ocurriendo en el mercado automotriz chino.

La escena es digna de una película de catástrofes: fábricas cerrando, directivos hiperventilando con un respirador portátil y marcas centenarias cayendo como fichas de dominó. ¿La razón? BYD bajó los precios. No un poquito, no con promociones tristes de “llévate el seguro gratis”. No. BYD bajó los precios como si estuviera borracho con algunos de sus coches eléctricos a menos de 10.000 dólares, y no uno que se caiga a pedazos, sino con batería LFP, autonomía muy decente y más pantallas que un Apple Store.

Mientras tanto, el resto de los fabricantes en China está teniendo reuniones de emergencia con frases como: –“¿Y si vendemos sin ruedas?” –“¿Y si incluimos arroz gratis?” –“¿Y si, mejor, cerramos y abrimos una pizzería?” Las pequeñas marcas chinas, que apenas estaban empezando a respirar tras la pandemia y la crisis global, ahora se enfrentan a una extinción masiva tipo meteorito por culpa de BYD.

¿Y por qué lo hace BYD? Porque puede. Porque ahora domina su propia cadena de baterías, porque recibe jugosos subsidios, y porque quiere salir de China con una ofensiva global. Para eso, primero necesita limpiar la casa, eliminar a la competencia y quedarse solo en el campo de batalla, rodeado de cadáveres industriales y coches sin vender. Lo más escalofriante es que esto es solo el comienzo. Europa está mirando todo con los ojos como platos, mientras se pregunta si en 3 años alguien querrá pagar 35.000 euros por un Peugeot eléctrico cuando China te entregaría dos coches mejores por ese precio. Bienvenidos al nuevo orden automotriz. Uno en el que BYD no compite… devora.

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