El futuro pasa por una Renta Básica Universal

El genial Iván Bethencourt, partidario de un mundo sin barreras, redactó hace unos días una genial entrada en su blog de la que me permito mostrarles algunas ideas y conceptos que, bien mirados, hacen que la idea de una Renta Básica Universal para la humanidad no es algo tan idílico y descabellado como algunos presuponen, sino más bien se trata de algo a lo que vamos abocados sin remedio…

Lo que ocurre es que el concepto de renta básica universal es como un tren que choca de frente con esa moral atávica del esfuerzo que se nos ha inculcado generación tras generación, grabada ya a hierro y fuego en nuestro subconsciente e incluso en los genes. El trabajo, el esfuerzo, el ahorro y cómo no, el consumo. Hablar de una Renta Básica Universal gratuita y libre para todos, en muchos ambientes es como una blasfemia, un jarro de agua fría en todos los morros.

Pero tiene su lógica. De hecho, es la única propuesta coherente que se ha puesto sobre la mesa para abordar el verdadero problema que late detrás de esta crisis económica que estamos viviendo: la sobreproducción salvaje de bienes y servicios que inundan los mercados. Hoy día estamos ante un cambio de paradigma sin parangón en la historia. La moral del esfuerzo ya no nos sirve, la realidad es que la tecnología convierte el esfuerzo en algo inútil y nuestro mayor pecado consistiría en no darnos cuenta.

¿Qué vamos a hacer, pues, con la creciente población desocupada o que no puede ya trabajar las horas necesarias para procurarse una vida digna? ¿Condenarla a la miseria y/o a la precariedad?

Todos sabemos que la pobreza y la desesperación constituyen el caldo de cultivo perfecto para destruir la paz social y los pilares de la civilización misma; haríamos bien en asumir de una vez por todas que las relaciones laborales que han servido de sustento al sistema económico actual no van a poder seguir cubriendo las necesidades de las sociedades del Siglo XXI. La situación pide a gritos una profunda reformulación y es en éste escenario donde la renta básica universal se presenta como una opción más que válida.

Muy bien, dirán algunos llegados a éste punto ¿pero de dónde se supone que vamos a sacar los recursos para instaurar algo tan costoso? … No somos conscientes del vasto alcance que posee un cambio tan fundamental como éste. Pensemos, por ejemplo, que si todos los ciudadanos recibieran dicha renta eliminaríamos de un plumazo una cantidad enorme de instancias burocráticas que se dedican a adjudicar un sinfín de ayudas y subvenciones. Además, disminuiría drásticamente la delincuencia y la población reclusa y, en consecuencia, los agentes de seguridad del estado, funcionarios y todo el gasto que genera su manutención, etc, etc. (¿Se dan cuenta de que se trata también de una perita en dulce también para los neoliberales y su obsesión por disminuir el tamaño de los estados?)

Pero lo más importante de todo: se pondría en marcha un nuevo método de redistribución de la riqueza. Si nos fijamos en la situación actual, veremos cómo un número cada vez más exiguo de personas acumula recursos de forma creciente y exponencial. Es natural que así suceda: la productividad de los trabajadores, gracias a la tecnología, no deja de aumentar y, como consecuencia de ello, trabajan y ganan cada vez menos; la balanza se desequilibra de forma irremediable. Para volver a equilibrarla nada más lógico que hacer con que los detentores de esa fabulosa riqueza devuelvan algo a la sociedad que la propicia. Y dado que ya no pueden retribuirnos ofreciéndonos empleo a todos, deben hacerlo de otro modo… la renta básica universal.

Todos deberíamos grabarnos estas dos ideas en la cabeza:

a) Nunca en la historia de la humanidad ha existido una riqueza tan descomunal como en el momento presente.

b) Nunca en la historia de la humanidad se ha dado el nivel de desigualdad tan brutal que reina en el momento presente.

Díganme, si así lo estiman, que rechazan la idea esbozada en este artículo. Lo sé, no se trata de una fórmula redonda, presenta algunas dificultades importantes que habría que ajustar si alguna vez se pone en práctica. Algunos dirán que la renta básica universal haría disparar la inflación, o que supondría un efecto llamada irresistible para aquellos que viven en otros países en condiciones de miseria y que harían de todo para ganarse la condición de ciudadanos y recibir la paga, o que al final acabaríamos empujando los trabajos desagradables a los inmigrantes sin este derecho, que pasarían a formar una especie de subclase de desfavorecidos. En efecto, hay muchos detalles que no están demasiado claros y necesitan aún mucho debate. Vale. Pero lo que está claro es que vamos con bastante retraso en lo tocante a implementar nuevas soluciones para un mundo que ya no se parece en nada al Siglo XX.

La renta básica universal quizás nos sirva para que al menos una generación más pueda seguir viviendo de manera digna. Digo una generación, quién sabe dos. Porque los cambios sociales que se avecinan posiblemente nos depararán desafíos aún mayores.

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