Aterra el disparate perpetuo en que vivimos. Tenemos a Manolo, que es patrón y propietario del pesquero «Manolita I» y se dedica, con sus marineros, a la pesca con red, y para ayudarse a calar y recoger éstas remolca desde hace treinta años el «Manolita II«, un pequeño bote auxiliar de madera y remos, de sólo 4 metros de eslora, que hoy día valdrá unos 300 euros. Nunca tuvo problemas hasta que una patrullera de la Benemérita le dijo «hola, buenos días; en aplicación del reglamento vigente lo informó de que el Manolita II tiene que estar registrado, llevar matrícula, bandera y demás parafernalia náutica» … Manolo dijo a los guardias que él sólo usaba ese bote un par de meses al año, y que el resto lo tenía en dique seco, en tierra, a lo que respondieron que aun así, que lo sentían mucho, pero que era la norma y ellos eran unos mandados. Punto.
¿Quieren saber que ocurrió? … pues sigan leyendo ésta genial historia de Arturo Pérez Reverte en su fuente original pulsando aquí que ya les garantizo que no tiene desperdicio, y todo viene a vueltas de los mismo porque a nuestro alrededor ocurren muchas cosas