Las instituciones públicas deben fijar unos mecanismos de selección que promuevan unas clases dirigentes meritocráticas, abiertas a una competencia que garantice su permanente renovación. Y procurar que las decisiones cruciales sean tomadas por personas de mente abierta, con principios y visión de largo plazo, que vean en el cambio, en la innovación, muchas más oportunidades que amenazas.
Pero no es suficiente expulsar a patanes y sinvergüenzas colocando a relumbrones en su lugar. La clave se encuentra en un programa de reformas que transforme radicalmente los criterios de selección, los incentivos, retire las barreras que limitan la competencia política y económica, que obligue a los candidatos a presentarse individualmente ante los electores, a pecho descubierto, sin la cobertura de un lista, y establezca mecanismos de control capaces de garantizar una administración transparente y responsable, a la que cualquier ciudadano pueda exigir cuentas sin miedo ni prejuicios.
Puede leer el fabuloso articulo «unas élites de vergüenza» de Juan M. Blanco completo –cuyo extracto final les acabo de reflejar– pulsando aquí
¡¡Impresionante!! Gracias por leer el pensamiento de muchos ciudadanos y darlo a conocer al resto. A esa revolución sí me apunto. Pero a esa y no a otra disfrazada de esa. ¡Que no cuela lo que algunos nos quieren vender!