«El problema de Europa no es de liquidez, es de sobrecapacidad, endeudamiento y estados deficitarios; de falta de reformas. La política del avestruz, que llevamos comentando en esta columna desde 2011 y que lo fía todo a la magia de un banco central que ya no puede hacer más, porque no es un problema monetario, sino estructural.» afirma Daniel Lacalle.
Estamos «zombificando» la economia bajando artificialmente los tipos hasta niveles mínimos y, desde un aumento de la liquidez brutal, sosteniendo los sectores más endeudados y a estados eternamente deficitarios pensando que todo va a cambiar el año que viene; refinanciando a aquellos que deberían cerrar o reestructurar, sólo se mantiene la sobrecapacidad porque los tipos son bajos y la liquidez lo permite, y lo único que se consigue es agrandan la burbuja de deuda. Así nadie quiebra por tomar malas decisiones económicas, se rescata al ineficiente y se le cobra al productivo. La presión fiscal para sostener estados constantemente deficitarios aumenta, haciendo que los sectores de alta productividad sufran mientras se da una subvención encubierta a los improductivos.
Es momento de políticas de oferta después de décadas de errores en la política de demanda; hemos saturado Europa de planes industriales, gasto y deuda, y el futuro será como algunos ya anticipábamos en 2012 de un Japón pero sin productividad.
El problema es que lo que hay que hacer no crea titulares, ni convierte en «salvadores» a ningún político; lo que hay que hacer es recuperar la política de maximizar la renta disponible de los ciudadanos, para que se fortalezca el ahorro, y con ello el consumo. Bajar impuestos a empresas y ciudadanos para devolver el esfuerzo realizado en sostener los errores de los planes de estímulo anteriores y la deuda acumulada por ellos, pero claro, hay un problema: no se inauguran puentes y no se da la patada hacia delante que permite que el siguiente anuncie ‘medidas extraordinarias‘ que son las mismas, pero con otro nombre.
Fuente: Daniel Lacalle, elconfidencial.com
Más razón que un santo. A ver donde termina tanto premiar la mediocridad.
Un saludo.