Sin duda el maestro George Orwell fue una de esas grandes mentes de nuestra Historia; visionario, supo ver peligros incipientes en los sistemas políticos y económicos, proyectando lo que podrían suponer para el conjunto de la sociedad e individuos en un futuro del cual sólo se equivocó al elegir la fecha en que su novela se convertiría al menos en un tema de plena actualidad, cuando no en una realidad. 1984 ya pasó hace más de tres décadas, pero sus predicciones son cada vez más cercanas al mundo que nos está tocando vivir, como analizan en elblogsalmón
¿Acaso la situación actual no se parece a algo que ya se dió en el pasado? … hagamos historia: cuando surgieron las grandes ciudades-estado, gentes de todas las tribus, pueblos y razas acudieron a ellas, y mientras defendían sus murallas codo con codo mezclados con gente de origen e identidad diferente, comprendieron que no importaba tanto de qué tribu, pueblo o raza fueran originariamente, porque su futuro y el de su familia dependían también de aquellos que combatían junto a él.
La historia nos cuenta que ésto se volvería a repetir más veces, cuando ciudades amuralladas dependían del auxilio de una unidad mayor llamada reino o imperio, o más tarde, cuando un conjunto de regiones unidas por un nexo común de idioma, religión o identidad cultural lograban conformar un estado, y ahí es donde quiero llegar, porque el estado –al menos en su concepto actual– se está quedando obsoleto, está perdiendo su sentido; es óbice que los políticos están al servicio de las grandes corporaciones, y que éstas cada vez adquieren más tamaño y poder, además que la globalización diluye diferencias culturales.
Al final, las grandes corporaciones multinacionales serán las nuevas ciudades-estado –de hecho el poder económico ya está en sus manos– y la rueda del Saṃsāra volverá a darnos una nueva vuelta, dado que algunas seguirán –seguiremos todas– pagando karma por los siglos de los siglos, ad eternum