No son Dios, pero están en todas partes. Algunos lucen carteras de ministros, otros cruzaron una puerta giratoria y aparecieron en el consejo de dirección de una gran empresa –como no podía ser de otra manera-, tampoco faltan los condenados por corrupción. Entre unos y otros hay hueco para personajes de distinta estirpe, como el diseñador del Seat León, el psqiuiatra de Mariló Montero, un torero, el ex-presidente de un importante club de fútbol o el jefe médico de uno de sus rivales. Ya sea en un despacho del Tribunal Constitucional o en la lujosa casa de un banquero, el espíritu del Opus Dei está presente.