Hace muchos años me dijo un familiar relacionado con el mundo de la medicina que el gran logro de las farmacéuticas no era lograr vencer las enfermedades con sus fármacos, sino luchar contra ellas haciéndonos adictos a sus medicamentos –de forma que lograban matar dos pájaros de un tiro, es decir, aparentar ser la solución a una enfermedad y además lograr un cliente de por vida enganchado a cierto medicamento–
Los medicamentos genéricos –mucho más baratos que los de marca– han dado un enorme balón de oxigeno a las arcas públicas de la Sanidad -no solo en España- a costa de que los laboratorios y farmacéuticas viesen como otros se quedaban con su hasta hace poco «intocable pastel» y he aquí que en contrapartida, éstas comenzaron a desarrollar métodos de lucha alternativos. De hecho, la Comisión Nacional de la Competencia sospecha que los grandes laboratorios taponan la llegada de medicamentos genéricos, mediante comportamientos estratégicos que los restringen o retrasan, por lo que han decidido que van a estudiar el mercado.
Muchos análisis han ilustrado cómo las farmacéuticas dilatan la aparición de un genérico que tire los precios –y sus beneficios– hacia abajo: la multiplicación de patentes para blindar un solo medicamento, litigios prolongados con otras empresas, creación de genéricos propios o incluso el pago a fabricantes para que renuncien a fabricar sus genéricos son las tácticas más usadas, por no hablar de la tradicional solicitud de nueva patente para un medicamento antiguo al que se le han aplicado pequeños cambios que no alteran su efecto medicinal pero les permite prolongar sus derechos y exclusividad. Fuente: eldiario.es