Tú y yo moriremos algún día de lo mismo. Le daremos distintos nombres: cáncer, diabetes, falla coronaria, infarto. Un órgano dejará de funcionar y luego otro. O quizá todos al mismo tiempo. Tú y yo nos pareceremos más que la gente que continuará viviendo, sin importar cuál sea tu diagnóstico inicial, ni el mío.
Morir tiene su propia biología y síntomas. Constituye un diagnóstico en sí mismo. Aunque las semanas y los días que desembocan en la muerte pueden variar de una persona a otra, las horas que anteceden a la muerte son similares en la gran mayoría de los padecimientos humanos.
Algunos síntomas, como el estertor de muerte, la falta de aire y la agitación terminal se perciben como agonizantes, pero por lo general no son incómodos para el moribundo. Pueden tratarse eficazmente con medicamentos. La disponibilidad de los cuidados paliativos en todo el mundo ha hecho que sea raro morir con dolor. y a pesar de que pocos de nosotros experimentaremos todos los síntomas de la muerte, la mayoría experimentaremos por lo menos uno, si no es que más.