El agua que sale del grifo en determinados barrios de Vigo presenta desde hace unos días un color oscuro que ha alarmado a los vecinos. El Ayuntamiento llama a la calma y garantiza la potabilidad pero la tranquilidad es relativa cuando un informe de Aqualia, la empresa concesionaria del servicio, indicó el pasado día 1 de diciembre que si sigue en aumento la concentración de ferruginosa, provocada por el bajo nivel de los embalses, en 18 días ya no se podrá beber. Con concentración de hierro o sin ella, lo cierto es que el pantano que abastece a la mayor ciudad de Galicia estará seco en 75 días si no llegan lluvias y agua a los embalses –las que están llegando no parecen suficientes para alterar ese plazo de forma significativa–
No es una cuestión solo de Vigo ni del sur de Galicia: esta misma semana, la alerta por la sequía se ha extendido a todo el territorio gallego pero es en esta ciudad en donde es más severa y donde ha provocado un intenso conflicto político entre dos antagonistas habituales: el alcalde, Abel Caballero, y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. La razón es el retraso en la aprobación de medidas preventivas pues los dos pantanos que surten a la mayor ciudad de Galicia y a otros ayuntamientos de su área, hasta sumar una población de 400.000 personas, se encuentran en mínimos históricos.
En el sur de Galicia hay un problema añadido relacionado con la sequía que no tiene que ver con los embalses, puesto que hay más de 22.500 familias que ya no disponen de agua por depender exclusivamente de pozos particulares que también se han secado. Sin acceso a la red de abastecimiento municipal, todas esas viviendas, principalmente de la provincia de Pontevedra y enclavadas en un entorno rural, carecen de agua, por lo que se están disparando las solicitudes para realizar sondeos a mayor profundidad.
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