La idea de que las personas intercambien bienes y servicios con otras personas sin intermediarios, sonaba prometedora; gente con coche y tiempo libre que acercaba a otra gente a alguna parte, personas que alquilaban por horas una habitación desaprovechada en sus casas, etc, etc… La tecnología eliminando barreras y sacando a las grandes empresas de la ecuación. Olía a democratización y sobre el papel, al menos, era perfecto.
Pero la práctica no siempre aguanta la teoría; los que prometieron economía colaborativa, de persona a persona, ahora están al frente de unicornios, que es como les gusta llamar en Silicon Valley a las empresas jóvenes valoradas en más de mil millones de dólares. Poco queda ya de bello y mitológico en Uber, Airbnb y compañías similares, monstruos sustentados por grandes firmas de capital riesgo e inversores multimillonarios que operan a nivel global desafiando las leyes fiscales, laborales y a menudo, por desgracia, precarizando empleos y pisoteando los derechos de sus trabajadores.
Todos hemos escuchado las protestas de los riders, esos autónomos que pedalean durante horas por unos pocos euros, sometidos a una presión constante, para llevar a nuestras casas una hamburguesa o lo que se tercie. Para eso ha quedado la economía colaborativa, que más bien se ha convertido en paradigma de aquello en lo que algunos pretenden convertir el trabajo: una cadena de pequeños bolos mal pagados y circunstanciales que se aceptan a través de una aplicación en el móvil.
Hartos de esta situación, algunos emprendedores han decidido dar la espalda a los gigantes de la mal llamada economía colaborativa y montar sus propios Airbnb, Deliveroo o Amazon. Lo hacen en forma de cooperativas, que son propiedad de sus trabajadores y que intentan respetar la idea de partida: eliminar intermediarios gracias a las herramientas tecnológicas… de hay han surgido ideas nuevas como Fairbnb –alternativa a airbnb– o Fairmondo –alternativa a amazon– que intentan frenar esa espiral capitalista sin hacernos renunciar a la vertiente colaborativa y sostenible … falta ver si triunfan como un nuevo paradigma o se convierten en nuevos unicarnios