La vida de Mar Uriarte se complicó una mañana de enero de 2012. Ese día, el director de la sucursal de Bantierra-Caja de Abogados donde trabajaba le pidió que adelantase el almuerzo, ya que a las tres había programado una importante reunión de negocios en su despacho. En la sucursal de la calle Ponzano, en Madrid, adonde la acababan de destinar, solo estaban el director, el subdirector y ella. «Por la puerta entraron nueve personas, siete de ellas de origen asiático y dos españoles«, relata Uriarte, que se licenció en Derecho pese a haber dedicado su carrera a la banca. «Los españoles se nos presentaron como prescriptores. Es habitual que en los bancos haya intermediarios que cobren una comisión por llevar hipotecas de terceros, pero en la Caja de Abogados nunca se había hecho. Pues bien, nos anunciaron que estos prescriptores no solo iban a cobrar del banco, sino también del cliente. Nos explicaron que los prescriptores nos iban a traer operaciones hipotecarias de ciudadanos chinos ya montadas, con el papeleo y todos los trámites hechos. Así que nos dejaron un montón de carpetas con hipotecas y se marcharon«, relata.
Uriarte quedó sorprendida no solo por las formas sino porque la Caja de Abogados históricamente se limita a tratar con sus colegiados y conocidos, y no con empresarios chinos. «El director nos explicó que esta nueva línea de negocio era crucial para el banco, y que debíamos estar contentos de que nos trajesen las operaciones ya hechas. En ese momento, el banco llevaba dos años casi en números rojos e hice por comprendedlo«, afirma la abogada.
«A los 10 días, el director de la zona se presentó en el banco para reunirse a puerta cerrada con los directores. Después de una hora, salió mi director y me dijo que íbamos a reestructurar la sucursal y que a partir de ese momento la prioridad eran los clientes chinos, y vinieron muchísimos. A mis clientes habituales, a los que atendía yo sola, se sumaron los chinos, que venían con bolsas de plástico llenas de dinero para que se lo cambiase en billetes grandes, ‘de los morados’, y se formaban colas tremendas… así estuvimos meses, cambiando dinero constantemente, hasta los de Prosegur estaban enfadados porque no paraba de pedirles billetes«.
En marzo, Uriarte fue a hacer una sustitución a la sucursal de Bantierra en plaza de Castilla, justo al lado de los juzgados. «Estaba atendiendo y llegó un ciudadano español con un cheque a nombre de un ciudadano chino con intención de cobrarlo. Yo me negué, porque no iba a pagar el cheque de un señor chino a otro que se llamaba Roberto, y el cliente hizo salir a uno de los jefes de la oficina, quien aceptó pagárselo sin problema. Yo me negué, porque el jefe quería hacerlo con mis claves del sistema, lo que a todos efectos sería mi operación, pero me obligó a salir a ‘tomarme un café’ y cuando regresé comprobé que la operación se había realizado con mi usuario y decidí tomar cartas en el asunto, era obvio que allí se estaban haciendo cosas ilegales, lo sospechaban hasta los repartidores de Prosegur, que me preguntaban con sarcasmo qué narices estábamos haciendo«
«Luego llegaron las hipotecas, y todas se emitían con mis claves de empleada; venían firmadas por el mismo tasador siempre y seguían un mismo patrón: se concedía la hipoteca contratando todos los productos bancarios posibles y, a los pocos días, el ciudadano chino abría otra cuenta con la cantidad exacta de la hipoteca. Al poco tiempo la mayoría liquidaba su hipoteca, pero se quedaba con otros productos«. Uriarte detalla el caso de una limpiadora búlgara que trabajaba tres horas a la semana, con movimientos de tarjeta de 30 y 40 euros, a la que le fue concedida una hipoteca por llevar 20.000 euros en efectivo. «Se hicieron al menos 50 operaciones de menos de 180.000 euros, que era lo máximo que se podía dar en la sucursal sin la aprobación de la central, siempre conmigo delante. Por cada operación vendíamos 13 seguros, una locura que otras sucursales del país no podían ni soñar«.
Ya se imaginarán como acaba la historia, pero si lo desean pueden leerla completa aquí
Es una de las razones por las que hay corrupción. Nadie denuncia porque le puede salir caro. Es mejor mirar para otro lado.
La otra razón de la corrupción es la admiración por el que da el pelotazo.
Ambas posturas hacen que, España que es un país de envidiosos, no se denuncien situaciones que nos cuestan dinero a todos (pagamos impuestos y luego una parte va a unos pocos bolsillos).
En Francia, pasa lo contrario. Se denuncia al infractor y la consecuencia es que al investigado "le ha denunciado la República".
El que denunció la gurtel en principio me parece que le cayeron tres años … surralista, espero que lo indulten. También a Alciani lo están reclamando en Suiza para alojarlo gratis y todo incluido en un penal 5 estrellas gran lujo jajajajajaja. De chiste.