La otra cara de la pandemia: cruceros de lujo desmantelados como chatarra

La «plandemia» ha supuesto un golpe brutal para la industria de los cruceros de lujo. Según datos de CNN, el sector de estos descomunales navíos tenía un valor de nada menos que 150.000 millones de dólares en 2019, y daba trabajo a 1.200.000 personas, pero entonces llegó el SARS-CoV-2, y la mala suerte quiso que uno de los primeros eventos de contagio masivo fuera un crucero de la compañía Diamond Princess. Las noticias del barco en cuarentena y sus 3600 pasajeros atrapados a bordo caló hondo en el imaginario público. La odisea del navío y sus 702 casos obligó a la industria de los cruceros a suspender actividad hasta nueva orden. La pandemia remitió un poco en verano, pero la llegada de la segunda ola no augura nada bueno para esta industria que vive precisamente de poner a miles de personas en festivo contacto directo en lugares cerrados.

Compañías como Norwegian Cruise Line, Oceania Cruises o Regent Seven Seas Cruises han suspendido todas sus operaciones hasta diciembre. Hasta gigantes como Royal Caribbean han parado hasta el 30 de noviembre, pero nada indica que la situación vaya a mejorar a partir de esa fecha. En Estados Unidos el gobierno ha prohibido la circulación de estos barcos en sus aguas hasta el 31 de octubre para tratar de frenar el avance de la enfermedad. Según el CDC, entre marzo y septiembre de este año se han registrado 3.689 casos de covid-19 en barcos que se han saldado con 41 muertes. No es una cifra especialmente elevada, pero es un lastre demasiado pesado en una industria que vive de la diversión.

Con los barcos amarrados y sin posibilidad de funcionar, muchas compañías han apostado pro deshacerse de ellos. No es una decisión fácil. Según Financial Times, un crucero típico cuesta entre 500 y mil millones de dólares. Venderlo como chatarra permite recuperar unos cuatro millones. La ruina de unos a menudo es la fortuna de otros y en Aliaga están contentos. La producción de acero desmantelado ha subido de 700.000 toneladas métricas en enero, a 1.100.000 para estas fechas. En el astillero, los barcos se pudren lentamente víctimas de una enfermedad que no solo se ceba en la carne y la sangre, sino también en los mimbres de la economía. Son testigos mudos del ocaso de un mundo que quizá estaba haciendo turismo por encima de sus posibilidades.


Fuente:  gizmodo.com/la-otra-cara-de-la-pandemia-cruceros-de-lujo-desmantel-1845344196

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