La recolección de agua de lluvia ha sido la tecnología más común adoptada en la conservación del agua, pero se limita a áreas que experimentan abundante lluvia. En el desierto de Namib en el sur de África no se ve mucha lluvia, pero allí por suerte la niebla es mucho más común de lo que pensamos y gracias a ella, empleando una sencilla y eficaz técnica, es factible recolectar grandes cantidades de agua.
Lo mismo ocurre en el suroeste de Marruecos, al borde del desierto del Sahara, en el desierto de Atacama en Chile, Sudáfrica, Kenia y muchos otros países. Aquí, la niebla se captura para suministrar agua para beber y cocinar directamente a los hogares de las aldeas rurales gracias a una ingeniosa tecnología.
Los historiadores no saben exactamente cuántos años tiene la práctica de recolectar niebla, pero los recolectores de niebla modernos usan grandes láminas de malla colgadas en las laderas para traer agua potable y agua para riego y reforestación. Los colectores de niebla se pueden usar en regiones y desiertos que reciben menos de un milímetro de lluvia cada año, pero para funcionar requieren niebla y vientos ligeros.