¿Por qué Moody’s aún no ha recortado la nota de España?

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El 27 de abril, la agencia Standard & Poor’s creó estupor al reducir la calificación de los préstamos griegos al rango de deuda basura y el pasado viernes Fitch anunció que recortaba la nota de España hasta AA+ desde AAA.

 

Hay debate. Acusadas de haber fallado en tres ocasiones en sólo una década: no vieron venir la quiebra de Enron, la crisis de las subprime ni el colapso de Lehman, hoy vuelven a ser objeto de una nueva oleada de críticas. Se las reprocha la falta de rigor en su juicio de las finanzas públicas de la zona euro desde su creación y de haber amplificado el debacle bajando las calificaciones de Grecia, Portugal y España. ¿Quiénes son esas agencias con tanto poder sobre una economía?

1. ¿Cómo analizan el riesgo?

Además de mantener conversaciones con el emisor, se basan en documentos estadísticos públicos (Eurostat sobre todo), datos de los bancos centrales, publicaciones financieras o notas de prensa y conversaciones con expertos.

El análisis del riesgo soberano es, a la vez, cuantitativo y cualitativo. El primer enfoque evalúa la política fiscal, el rendimiento presupuestario, los impagos de deuda, etc.

Al segundo le interesa la coyuntura sociopolítica y la voluntad de los estados de garantizar el cumplimiento de su deuda. La decisión final de calificación se toma en comité. En Standard & Poor’s, sólo los cinco o siete altos miembros tienen derecho de voto en una reunión presidida siempre por la misma persona. En Moody’s se invita a todos los analistas responsables de deudas del estado a participar en una votación por países.

Cuando se realiza una modificación, se previene al emisor al menos una o dos horas antes, para verificar que no haya errores de hecho. «Nos esforzamos por publicar la información lo más rápido posible, independientemente de los horarios de las bolsas, nuestro mercado de referencia es el de la deuda, que no cierra», explica Carol Sirou, de Standard & Poor’s.

2. ¿Quiénes califican?

Las grandes agencias de calificación (Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch) emplean a miles de analistas en todo el mundo. Cada uno tiene su área de especialización. Aunque hay muchos ingenieros y perfiles científicos, los especialistas en estados son, por lo general, economistas.

Los más curtidos han trabajado en el sector privado (bancos de inversiones, principalmente) e instituciones públicas como el FMI, el Banco de Francia, el BCE, el Tesoro británico, la agencia de la deuda, etc. La diversidad cultural es fundamental. Los analistas deben hablar, al menos, tres lenguas. ¿Su salario? «Ganan lo mismo que un analista de crédito en un banco», afirma Standard & Poor’s. Los responsables de la calificación no tienen ninguna función comercial ni vínculos con los responsables de negociar contratos con clientes.

3. ¿Por qué difieren las notas?

Las tres agencias no siguen exactamente la misma metodología. Con la excepción de los países mejor parados (AAA), las calificaciones de Moody’s se revelan más estables que las de Standard & Poor’s y Fitch. «El objetivo de Moody’s es juzgar la solvencia de un país a través del ciclo económico, ver a medio plazo. Fitch y S&P ven a más corto plazo y tienen calificaciones más ligadas a los mercados», explica Norbert Gaillard, consultor del Banco Mundial. «Por eso, los cambios de calificación de Moody’s son mucho más reveladores, puesto que mandan una señal más fuerte a los mercados».

4. ¿Cómo se ganan la vida?

A las agencias de calificación les pagan los emisores, es decir, la empresa o el país que necesita ser calificado. Alrededor de un centenar de estados son clientes de las tres principales, Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch. Según un actor del mercado, una agencia cobra de media 80.000 euros al año por calificar a una empresa y un millón de euros por un banco.

El importe de la factura emitida a los estados no es fijo, sino que es el fruto de una negociación a tanto alzado. Standard & Poor’s posee cerca del 45% del mercado mundial de la calificación. La cuota de Moody?s es ligeramente inferior a la de S&P. La agencia tiene como primer accionista al inversor Warren Buffet, que posee el 15% del capital. Fitch, por su parte, es propiedad en un 60% de Fimalac, el grupo de Marc Ladreit de Lacharrière, y en un 40% del grupo mediático americano Hearst.

5. ¿Por qué levantan polémica?

El reproche que suele dirigirse a las agencias es que desempeñan un papel procíclico o, dicho de otro modo, soplan en la dirección del viento. Ellas se defienden argumentando que «no sirve de nada tomarlas con el termómetro». Si atemperaran sus opiniones para tener en cuenta las consecuencias de sus decisiones, ¿acaso no las acusarían de falta de objetividad?

6. ¿Hace falta una pública?

El problema que plantean las agencias de calificación lo resume a la perfección Jérôme Cazes, de Coface (sociedad especialidada en la calificación de empresas) cuando dice que «los actores privados se encuentran de hecho con un poder de vida o muerte sobre un emisor soberano porque el BCE, los fondos de pensiones y una multitud de instancias se basan en su calificación».

La regulación bancaria (Basilea) se levanta también sobre la escala de las calificaciones. La crisis griega ha demostrado que una agencia puede tener el mismo peso que un dirigente político. Jean-Pierre Jouyet, de AMF, defiende la creación de una agencia internacional. Según él, haría falta una institución independiente sobre el modelo del Banco Mundial o el FMI.

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