Los españoles andamos temblando por donde nos van a meter más puñaladas traperas este Gobierno nuestro que cree por lo visto que esto es Alemania, ya hasta por ahorrar se supo ayer que le quitaron el «el chusco» de media tarde a los presos, a este paso le vamos a quitar los yogures a los niños en los comedores y el zumo a los mayores en las residencias. Desde luego, un poco de asco si damos la verdad, tanto ellos como nosotros que les permitimos cruzar cualquier tipo de línea roja, si no saben donde le ponemos el límite desde luego ellos los traspasarán todos dejándonos en cuadro, si no al tiempo.
Cuando acabe esta crisis nos daremos cuenta que habremos perdido tanto para superarla que no nos va a salir a cuenta haberlo hecho, miraremos unos para otros y estaremos viviendo como en Estados Unidos si, pero exactamente igual, pagaremos por nuestra salud, por nuestra educación y por todo y cada uno de nuestros servicios y coberturas sociales actuales.
En lo público quedarán los últimos funcionarios que resten de liquidar de la pre-crisis, lo público será igual a decir «para pobres», beneficencia, servicios humanos esenciales, lugares donde la juventud y los viejos se darán de bruces con la realidad del sistema que les va a tocar vivir, viviremos en una sociedad donde imperará absolutamente la ley de la selva, los derechos sociales , laborales y mercantiles serán liberalizados a sus extremos más neorrealistas, los trabajadores se comprarán al peso, tantas horas tanto dinero (el base por supuesto) y como las lentejas, papa-estado habrá muerto, estaremos sin red, en el límite.
No me gusta ser pesimista ni siquiera realista por naturaleza, siempre tiendo a pensar en rosa que todo lo que nos queda por vivir es mejor que lo ya vivido, pero en este caso me parece que el objetivo es el estado del bienestar, alguien ha decidido que ya no es posible seguir manteniéndolo y se quiere quitar el muerto de encima en los próximos años más tardar, pero como no se puede revocar de una día para otro lo que harán es irlo haciendo desaparecer poco a poco como una aspirina efervescente en un vaso de agua.
A nuestros nietos un día les contaremos que vivíamos en un sistema que daba una salud pública universal y de calidad, que en las escuelas públicas se enseñaba lo mismo que en las privadas, que a los estudiantes se les daban ayudas para cursar sus carreras con unas cosas que se llamaban becas, que los mayores no pagaban por sus medicinas, que cuando la gente perdía su trabajo tenía una prestación de hasta dos años, que a los 52 la gente podía cobrar una paga mínima por haber trabajado quince años, ellos boquiabiertos nos dirán «venga yayo no nos digas más mentiras»