El conjunto de datos de la investigación policial que dio lugar al sumario y, más tarde, a la sentencia del 11-M constituyen una simple y gigantesca «cascarilla«. La razón de Estado, apoyada con el doble estímulo del terror y las prebendas, se impuso entre las fuerzas del orden para fabricar esa «espuma envolvente» que tanto nos ha distraído.
Los más escépticos entre los periodistas, los políticos y los agentes de la ley, fuimos laminados. A otros se les estimuló con reconocimientos, ascensos o traslados a diferentes embajadas. Se colocó en puestos clave de control a tres policías incondicionales del nuevo Gobierno, aunque para ello tuvieran que sacrificar durante una temporada a la maquinaria engrasada y eficaz de la Unidad Central de Inteligencia. Se controlaron llamadas y ordenadores. Se cambiaron cerraduras y protocolos. Al final, unos antes y otros después, todos los cuerpos de seguridad terminaron apoyando una versión en la que cada cual trató de introducir a sus culpables. Fue una batalla sin cuartel, y contra reloj, de fabricación de pruebas, camuflaje de listados de teléfonos y tarjetas y terminales que llegaron a detenciones anticipadas y arbitrarias. Un oficial antiterrorista de la Guardia Civil definió la situación, delante de sus hombres, de una forma impecable: «El gobierno ya está jodido hagamos lo que hagamos. Esto se lo van a comer los moros. Son tan gilipollas que al final ellos mismos van a convencerse de que lo han hecho. Se acusarán mutuamente para salvar el culo. Y el que hable, ya sabe, está muerto«.
En realidad España era, en las semanas previas a los atentados, un entramado gigantesco de observadores, vigilantes, confidentes y agentes encubiertos. Lo mejor de cada casa estaba en las calles con los ojos bien abiertos. Corría el dinero y se palpaba una euforia prepotente. Los posibles grupos terroristas de uno y otro signo estaban tan infiltrados, tan controlados, tan neutralizados que las propias fuerzas de seguridad les daban cuerda para que pudieran seguir adelante sin sospechas, por si tenían que utilizarlos. Las redes de la UCO, de la UCE1 y UCE2, de la UCII y la UCIE, de la UCAO, de la UDYCO, del CNI y un largo etcétera controlaban las caravanas de la droga, las rutas de los explosivos, las reuniones de los integristas islámicos. Por eso los avisos exteriores solo provocaban sonrisas de suficiencia.
Si les interesa, pueden profundizar más en éste interesante asunto leyendo el resto del articulo íntegramente de su fuente original pulsando aquí … que sea o no verdad todo lo que se cita se los dejo a su imaginación y habilidad.
¿ No sería más bien una alianza entre la CIA y el KGB para hacer bajar el precio del hachís y fastidiar así a los muhaidines de Afganistán ?
Siempre he creído desde el primer momento que fue era los socialistas con su trama de jueces policia etc Siempre he creido que lo que nis han querido meter era una pateaña Algun dua sabremis la verdad Ahora es tan enorme el tema que badue quiere saber nada SALTARIA POR LOS AIRES EL ESTADO DE DERECHO PARTIDOS Y POSIBLEMENTE EL ESTADO