Carta de un emigrado a Noruega

Quisiera compartir con ustedes mi experiencia sobre lo que ha sido vivir en el extranjero como consecuencia de este mal que aqueja a España y que, en mi opinión, podemos llamarlo falta de patriotismo y objetivo común. No puedo decir que la crisis del Covid-19 me haya obligado a emigrar a noruega, pero sí que me ha recordado por qué estoy aquí y que es aquí donde debo quedarme.

La crisis de 2008 me cogió acabando mi máster en la Universidad de Bergen. Me fui como Eramus a sabiendas de que no quería volver con lo que me esperaba, que era un futuro que no era capaz de aceptar. Cuatro años de carrera que se convirtieron en seis por la imposibilidad de poder culminarla antes con garantías. Sobresaturación de asignaturas, total desconexión entre ellas y mayor aislamiento con el mercado laboral. Profesores desmotivados, algunos insultantemente desfasados ofreciendo contenidos que habían aprendido en los años 70, y asignaturas en las que el mayor objetivo en clase era poder copiar a velocidad suficiente lo que el profesor tuviera a bien escupir aquel día. Ninguna estuvo asociada a un libro de texto, muy pocos de los exámenes reflejaron los contenidos aprendidos en clase, más bien parecían hechos a medida para enseñarnos lo poco que sabíamos, para recordarnos que nosotros estábamos abajo y nuestro profesor arriba.

Cuando llegué a Noruega me di cuenta de que aquí la enseñanza era diferente. Tres asignaturas por semestre, extensas pero bien estructuradas, con libros donde estudiar las imágenes relacionadas con los contenidos, con una filosofía no tanto centrada en memorizar sino en aprender a relacionar los conceptos. Aquí los profesores en el examen no nos preguntaban los contenidos que habían dado para demostrar que habíamos entendido, no se trataba de demostrar a nadie lo difícil que podía llegar ser un examen, sino de verificar que habíamos adquirido los conocimientos.

La crisis del Covid-19 me ha enseñado que no debo volver a mi casa por mucho que me haya tentado la idea. En España los jóvenes parecen estar condenados a trabajar a destajo para ser compensados con un sueldo mínimo, y más mínimo aún que va a tornarse para que se pueda pagar el estratosférico incremento de deuda. Vivir en Noruega me ha enseñado que en España la educación sigue en crisis, que la sanidad siempre lo estuvo y que cada uno tira por su lado sin una estrategia común de país.

En Noruega el Covid-19 se ha atajado con disciplina; la gente se ha quedado en casa y ha mantenido la distancia social y el teletrabajo ha funcionado tanto en la vida privada como en las escuelas. Los políticos han luchado por colaborar y nadie ha hecho leña del árbol caído. Cierto es que el aislamiento en el que vive la mayoría de la población ha contribuido a controlar el virus, pero no puedo dejar de pensar que el factor humano ha jugado un papel capital.

Por tanto, voy a quedarme, aunque me pesa, en un país que no es el mío pero que ha sabido apreciar mi talento y me ha demostrado que cuando se pagan impuestos estos no van a los bolsillos de nadie, sino que te topas con ellos en cada momento de tu vida, cuando te pones enfermo, cuando ves a tus hijos aprender en la escuela, cuando la crisis del Covid-19 mueve al Estado a dar 20 días pagados por progenitor para cuidar de sus hijos si estos se pusieran enfermos. Porque aquí nadie va a pretender que sus hijos se han puesto enfermos para quedarse unos días en casa… y así podría seguir hasta nombrar muchas otras virtudes de este sistema al que me he unido para remar en la misma dirección que el resto de noruegos, para unirme a la clave del éxito de una nación, moderación y objetivos comunes; un concepto en el que nosotros, o nuestros políticos, aún tenemos que mejorar.

 


 

Gerard Bonet vive en Bergen, Noruega.

Ésta carta fue enviada al medio ABC y ha sido publicada como articulo de opinión.

Disponen de la fuente y el articulo completo original en abc.es  –  https://is.gd/yP0UrX

 

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2 comentarios

  1. Estoy convencido, que no es la primera vez que nuestros políticos oyen estos argumentos.

    ¿Cuándo reaccionarán? ¿No ven que lo mejor, se está marchando?.

  2. Lo he dicho y lo mantengo: «Los políticos son el reflejo del pueblo.» El problema de los países del sur es de «cultura». Somos una sociedad individualista y dónde se premia la mediocridad. Y todo eso al final se traslada a nuestros políticos y gestión del país.
    Y por supuesto tenemos muchas cosas buenas y los nórdicos no son perfectos pero… sacando un «global», están en otra liga.
    Aquí un político miente sin cortarse un pelo y se le ríe la gracia porque es «mi color». Se les pilla en renuncios y sale el «tú más» y con eso nos conformamos. Nos hemos acostumbrado a la mediocridad y la promovemos con nuestra actitud. Hasta que nos acostumbremos a pedir la dimisión de todo aquel que no cumpla sus palabras y mienta, que no seamos críticos con nosotros mismos, que no cambiemos a una educación más centrada en la inteligencia emocional que intelectual, etc…. a poco podemos aspirar.
    España necesita un cambio de modelo politico con urgencia y eso depende de nosotros.
    Un saludo.

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