Una de las cosas que más he seguido recientemente son los estímulos fiscales y económicos que los gobiernos de Europa y EE.UU. están dando a los sectores más castigados por el Covid-19. Según USAtoday, industrias como el turismo, la producción de bienes de consumo y los comercios minoristas se beneficiarán de paquete de medidas de 2 billones de dólares aprobado por su gobierno. Pero lo que me llama la atención es que mientras en EE.UU. se ha incluido el sector del entretenimiento en el plan por considerarse estratégico, la respuesta de los países europeos con este sector ha sido infinitamente más modesta o inexistente.
Con la industria del ocio la situación tampoco es alentadora. Sin embargo, me parece curioso señalar el fenómeno que se está produciendo en la industria del juego en Europa. Según el portal especializado Casino Billions España, aunque la totalidad de casinos presenciales han cerrado sus puertas tanto en Europa como en EE.UU., a este lado del Atlántico se ha registrado un notable incremento en la afluencia de clientes a los casinos online.
Parece que ante la imposibilidad de desplazarse a los casinos y locales de juego, los jugadores europeos están optando por el canal online para seguir apostando. Lo mismo ocurre con las apuestas deportivas. Sin Liga, Champions, etc., y el resto de competiciones canceladas, los jugadores están buscando en los casinos online una alternativa al ocio para su confinamiento, lo que, por cierto, está resultando ser un relativo alivio para una importante parte de los operadores del sector con intereses en el canal online.
La razón de esto no hay que buscarla en las diferencias culturales entre Europa y EE.UU., sino en la regulación del Juego Seguro. Mientras en Europa el sector está regulado desde el año 2010, su regulación en EE.UU sigue siendo confusa y cada estado tiene sus propias leyes. En muchos de ellos los juegos de azar están prohibidos, en otros son legales únicamente de forma presencial y solo en cuatro estados el juego online es legal y está regulado. Esta realidad ha provocado que en tiempos de crisis como el actual, ciudades como Las Vegas y Atlantic City que dependen del juego, se hayan convertido en auténticos pueblos fantasma con miles de trabajadores abandonados a su suerte.
Quién hubiera dicho que la discutida ley del juego de 2010 salvaría (en parte) a uno de los sectores más polémicos y que más restricciones ha sufrido en recientes semanas en España.