La CNMV y expertos contables advierten de la tentación de alterar las métricas alternativas, en un momento de alzas de tipos y en que el mercado mira con lupa el nivel de apalancamiento
Analistas y accionistas están de sobra acostumbrados a términos como ebitda –beneficio antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones, por sus siglas en inglés, o resultado bruto de la explotación–, flujo libre de caja, deuda financiera neta o resultado recurrente de las empresas en las que invierten. Se trata, sin embargo, de conceptos que no están recogidos por la normativa contable y que, si no se emplean de forma transparente y rigurosa, pueden enturbiar la imagen fiel de las cuentas de una compañía, según acaba de advertir la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) esta semana.
“Si una empresa ha estado destacando en sus estados contables durante tiempo el ratio de apalancamiento y deja de hacerlo con el alza de tipos, la CNMV le va a llamar la atención. Y si facilita un ebitda sin explicar cómo lo ha calculado, también”, advierte el auditor de otra de las big four que trabajan en España.
La CNMV sentó por primera vez en 2012 las bases sobre cómo las empresas deben tratar las medidas alternativas de rendimiento en sus informes de gestión y en 2015 adoptó las directrices al respecto de la ESMA, el regulador europeo. La base de esa guía está en que esas métricas no se usen de forma preferente, hasta el punto de eclipsar rúbricas de la normativa contable como los ingresos o el resultado neto; que sean homogéneas en el tiempo y comparables, de modo que se calculen siempre de la misma forma; que se explique con transparencia el método de cálculo, de dónde salen tales cifras, y se justifique además la importancia de su uso para la gestión de la empresa.