Joaquim Clemente – Valencia – 24/05/2010
E l Valencia CF trata de hacerle entender a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que quien invierta en el club no lo hará esperando plusvalías, sino por sentimiento. La CNMV trata de explicarle a la sociedad anónima deportiva valencianista que no entiende de sentimientos y que con las cuentas de la entidad le resulta muy complicado dar el visto bueno a la oferta pública de venta de acciones (OPV) que prepara la Fundación Valencia CF,
máxima accionista del club
Prácticamente un año llevan negociando las dos entidades para poder sacar adelante una operación que será pionera. Aunque en los últimos años muchas sociedades deportivas, no sólo clubes de fútbol, han cambiado de manos, hasta la fecha nadie había requerido a la CNMV permiso para una vender acciones de forma ordenada y pública a minoritarios.
La legislación obliga a que cualquier operación de venta al público de títulos con un precio inferior a los 50.000 euros pasen por el regulador, vayan o no a cotizar posteriormente en el mercado. Para obtener su permiso, hay que presentar un folleto al estilo de los que se confeccionan para salir a cotizar o para emitir bonos o productos financieros similares. En ese folleto -que pese a su nombre tiene centenares de páginas- se incluye la situación económica de la entidad emisora, esencial para que los potenciales inversores sepan dónde meten su dinero.
La norma dice que quienes emiten estos productos tengan una situación suficientemente saneada que garanticen que el inversor no vea como su dinero se evapora. Y ahí está el problema con el Valencia. La CNMV pone los ojos como platos ante unas cuentas imposibles. Ni hay beneficios ni se les espera a corto o medio plazo y la deuda asciende a 460 millones de euros. ¿Cómo va a nadie querer invertir en esa empresa?
«Porque no se trata de una sociedad al uso. Quien compre acciones del Valencia CF no lo hará para obtener un beneficio, si no por sentimiento», explican fuentes valencianistas. Por sentimiento y por las ventajas económicas que supone para los aficionados tener al menos 10 acciones, mínimo necesario para lograr un descuento en el abono anual para ir a los partidos. De hecho, el club ha reducido en un título y ha flexibilizado los beneficios -el recorte se aplicará con carácter retroactivo para los que alcancen los 11 títulos aunque sea en años posteriores- para hacer más atractiva la OPV.
El Valencia CF espera alcanzar un acuerdo con la CNMV en breve para que la Fundación, asesorados por Garrigues, ponga en circulación el casi medio millón de acciones que quiere vender a unos 46 euros. Una operación necesaria para devolver el préstamo de 75 millones que obtuvo de Bancaja para cubrir la ampliación de capital del verano pasado.
Sanear y democratizar la entidad tras los excesos
La situación que atraviesa el Valencia CF es la herencia de unos años de despropósitos. El que fuera máximo accionista y presidente, Juan Soler, se embarcó en un proyecto que hoy se ha demostrado inviable. La base era el urbanismo y la recalificación de suelo. Un cuento de la lechera que acabó con el cántaro roto.
El año pasado, además, tuvo lugar uno de los episodios más esperpénticos del club, con la entrada de Dalport en el accionariado, una sociedad desconocida y opaca. El máximo acreedor, Bancaja, preocupado por la entidad y por su inversión, aceptó financiar a la hasta entonces inactiva Fundación Valencia CF para que tomara el control del club y evitar que cayera en unas manos cuanto menos dudosas. La entidad se comprometió a revender las acciones que compró a los aficionados y democratizar el club.
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